Si puediese comenzar ésto sin palabras lo único que se oiría sería un grito, uno de esos de no puedo más, de no aguanto con todo esto, uno de esos en los que después recobras el sentido y te sientes mejor, uno de esos en los que miras al frente y te ríes, uno de esos que mientras transcurren vives libre y no importa nada, todo te suda los cojones.
Las personas buscamos alejarnos de la soledad y de la tristeza. Nuestros mecanismos son tan complejos y repetitivos como buscar la mayor felicidad, aunque en ese camino o jodes o te joden, y no quedarnos solos.
Cuando estamos bien, pensamos que siempre puede ir mejor. En realidad todo eso nos pasa porque somos unos incoformistas. Pero en realidad, eso no está del todo mal. Todo tiene una superación.
Pero , hay algo de lo que nos olvidamos y está más presente de lo que creemos, el amor. Como cuando estamos a nuestro rollo, viviendo como nos da la gana y hacemos lo que queremos con quien sea, ya sean besos, caricias, abrazos, un trío, sexo, cualquier cosa. Y de repente llega ese alguien que te hace reflexionar y plantearte si de verdad necesitas más de una persona para estar realmente bien.
Hay infinitas posibilidades y diferencias entre las personas , ya sean tíos, tías, transexuales u orcos. Siempre tendemos a que la atracción hacia los demás se descontrole a sus anchas y nos pongan no uno ni dos, si no tres, cuatro personas distintas, o más. Pero de qué sirve todo ese amor de contenedor cuando de verdad tienes a una persona que te guste y mejor aún, puedas realmente ser tú mismo.
Cielo, ¿para qué quieres más coños?
No hay comentarios:
Publicar un comentario